miércoles, 30 de junio de 2010

Qué malita estoy... (Y qué poco me quejo)

Hoy he vuelto a ir al médico por quincuagésima vez en quince días. Por lo visto se está celebrando una especie de  Mortal Combat entre microorganismos, y lo que viene siendo el campo de batalla, lo están dejando hecho una birria (osea, a mí).  Llevo el bolso lleno de drogas: antibióticos, antimicóticos, antiinflamatorios, mucolíticos, relajantes, corticoides, analgésicos varios, antihistamínicos, anticonceptivos... Hasta las narices estoy. Y esto con veintitrés años, que cuando tenga la edad de mi agüela, voy a estar para el arrastre. Si es que llego.

Y, como siempre que voy a Urgencias, me he visto en la obligación de decir, con voz de profunda desesperación y cara de ayúdemeDoctorporDiorquemestoyjugandolavidalacarrerayelpan "Es que encima soy cantaaaaaaaaaaaaante", con la esperanza de que el médico me diga algo como: "Ah, bueno, haberlo dicho antes, mujé. No te preocupes, que aquí tengo Cantantositina, que lo cura todo en un periquete. Te pongo una inyección y ¡hale! ¡a cantar como la Caballé!" o, mejor aún, en plan americano: "¡¡¡¡Santo Dios!!!! ¡¡¡¡Código Pachanga!!!! ¡¡¡¡Tráiganme doscientos miligramos de cantantosidol!!!!" y me traten mejor que al Rey. Pero eso no pasa nunca. Lo normal es que salga de allí con más patologías de las que yo sospechaba en un principio y más acojonada todavía. Y hoy, de regalo, una orden tajante de hacer reposo vocal ABSOLUTO, y otra de beber muchos, muchos, muchíííiííííísimos líquidos. Sólo tengo cerveza.

Las Urgencias del centro de salud que me corresponde aquí son un punto. Casi nunca hay nadie, te atienden como cuatro médicos (el que te toca, y los otros tres de guardia, que no tienen nada que hacer), te miran y te remiran, no como la lers que tengo por médico de cabecera que lo más que hace es tomarte la tensión, y después se reúnen detrás de la mesa y hacen un diagnóstico diferencial express.

Hoy estaban capitaneados por un médico que, arriesgándome, diría que es venezolano y que, no sé por qué, me inspiraba mucha confianza. Yo no sé si ha sido por el acentillo, como muy de telenovela (porque, en las telenovelas, cada vez que sale un médico, el resto de los personajes le miran como si fuera Dios en la Tierra),
 pero hablaba con un aplomo, y tenía un saber estar, y agarraba el boli con una firmeza... Y casi ni se ha movido de la mesa. Porque para el trabajo sucio ya están los demás. De la revisión en sí, se ha hecho cargo una muchacha de unos doce años con un mechón de pelo azul y una trencita una doctora joven, mientras que los otros dos se asomaban a mi garganta para opinar. House en versión Seguridad Social española. Casas.

Eso sí, he tenido que llamar a un equipo de especialistas criptógrafos para descifrar el papelito del diagnóstico y las prescripciones. Se ve que en Venezuela también tienen Anticaligrafía como asignatura obligatoria para especializarse en Medicina.

2 comentarios:

cosmofonio dijo...

Gracias por las risas mañaneras!! XDD

(cuídate... o... mejor... haz lo que quieras)

Hummer Morgan dijo...

Gracias a tí por desayunar conmigo, Cosmofonio!! Jejejejeje