Y, como siempre que voy a Urgencias, me he visto en la obligación de decir, con voz de profunda desesperación y cara de ayúdemeDoctorporDiorquemestoyjugandolavidalacarrerayelpan "Es que encima soy cantaaaaaaaaaaaaante", con la esperanza de que el médico me diga algo como: "Ah, bueno, haberlo dicho antes, mujé. No te preocupes, que aquí tengo Cantantositina, que lo cura todo en un periquete. Te pongo una inyección y ¡hale! ¡a cantar como la Caballé!" o, mejor aún, en plan americano: "¡¡¡¡Santo Dios!!!! ¡¡¡¡Código Pachanga!!!! ¡¡¡¡Tráiganme doscientos miligramos de cantantosidol!!!!" y me traten mejor que al Rey. Pero eso no pasa nunca. Lo normal es que salga de allí con más patologías de las que yo sospechaba en un principio y más acojonada todavía. Y hoy, de regalo, una orden tajante de hacer reposo vocal ABSOLUTO, y otra de beber muchos, muchos, muchíííiííííísimos líquidos. Sólo tengo cerveza.
Las Urgencias del centro de salud que me corresponde aquí son un punto. Casi nunca hay nadie, te atienden como cuatro médicos (el que te toca, y los otros tres de guardia, que no tienen nada que hacer), te miran y te remiran,
Hoy estaban capitaneados por un médico que, arriesgándome, diría que es venezolano y que, no sé por qué, me inspiraba mucha confianza. Yo no sé si ha sido por el acentillo, como muy de telenovela (porque, en las telenovelas, cada vez que sale un médico, el resto de los personajes le miran como si fuera Dios en la Tierra),
pero hablaba con un aplomo, y tenía un saber estar, y agarraba el boli con una firmeza... Y casi ni se ha movido de la mesa. Porque para el trabajo sucio ya están los demás. De la revisión en sí, se ha hecho cargo
Eso sí, he tenido que llamar a un equipo de especialistas criptógrafos para descifrar el papelito del diagnóstico y las prescripciones. Se ve que en Venezuela también tienen Anticaligrafía como asignatura obligatoria para especializarse en Medicina.