martes, 23 de julio de 2013

Ocho años

Ocho añacos hizo ayer que me metí en la verbena. De teclista. De teclista secuenciada, vale. Pero en la verbena. Ocho años, que se dice pronto y se viven deprisa. Tela marinera.
Ocho marranos que podíamos haber criau, que diría mi abuela.

Llegado este punto, con la perspectiva que me otorgan la experiencia y la madurez (¡ejem!), me veo en la obligación de hacer balance de todos estos años y de la decisión de tirarlos a la mierda de una manera tan miserable dedicarlos a esta noble labor. Y de dicho balance, se desprende la siguiente reflexión:

Si a mí, ahora, me ofrecen retroceder en el tiempo, aprovechando un viaje de la señora ésa que vende lejía puerta-a-puerta, y me topo conmigo misma, trompa, en ese bar del barrio, botellín de Mahou en una mano y El Norte de Castilla (abierto por las ofertas de trabajo) en la otra, le meto un meneo al puto periódico que el norte de Castilla lo pongo en Jerez.

¡Qué agusto habría estado yo, disfrutando los veranos en el pueblo, antes de la "vida adulta", como todo hijo de vecino! Sacando mi carrera, sin más preocupaciones que las del instituto: gestar sobresalientes tocándome los cojones a dos manos y mamarme los fines de semana, soportando, mientras tanto, a mi novio de entonces, que era esencialmente gilipollas y un putillas de cuidado. Aunque algo bueno debía de tener, porque llevaba soportándolo dos años. (Tonta he sido toda la vida, p'a qué nos vamos a engañar).


Y ná... Qué queréis que os diga... Podría haberme dado al caballo, que es peor.

3 comentarios:

Oscar dijo...

Y lo que lo agradecemos algunos :))
#fanfanfanperofandeposter

Hummer Morgan dijo...

Jajajaja, hombre, gracias!

Oscar dijo...

Las que tú tienes ;)